AL DIALOGO
tropiezas con
gente que llama
sin saberse
conocida,
abriendo la
boca que clama
en pos de la
musa perdida.
Lo normal es
que no escuche
que insista en
hablar sin medida,
que grite y
que desembuche
sus cuitas y
enredos de vida.
Lo suyo antes
que ninguno
primero en el
escalafón,
normas que
tienen algunos
que solo
atienden a su razón.
Por mas que te
esfuerces y digas
que trates de
hacerte escuchar,
prefieren que
solo bendigas
su forma de
hablar y pensar.
Ante tal
arrollamiento
del que
insiste en arrollar,
no existe
ningún fomento
que te alivie
en tu clamar.
Tratas en
algún momento
de que escuche
tu argumento
que aprenda
saber escuchar,
vano esfuerzo
del que se afana
en querer
buscar la lana
donde no
existe lanar.
A los problemas
solución,
haciendo de
nuestro guión
santo y seña
en la batalla,
siendo el que
otorga y calla
blanco perfecto de la
ocasión.