sábado, 21 de mayo de 2016

DUENDE




                   DUENDE


Era una tarde de estío
cuando note tu belleza
y algo sentí, como frío
que subió hasta mi cabeza
dejando una huella, Dios mío
de tu estilo y sutileza.

Eras, caminando junto al borde
con aquellas gasas al viento,
la nota que bien acorde
suena en los versos de un cuento.

Era una tarde de estío
cuando canto la chicharra,
siendo su voz un gemido
de la pasión que me agarra.

Que gracia llevabas dentro
cuando al mover tus caderas,
sonaba como un estruendo
la fuerza de tus maneras.

Era una tarde de estío
y algo, calo hasta mis huesos,
siendo la fuerza de un río
que traspaso con tus besos.

Cuando salía de tu boca
una sonrisa perlada,
mi sangre se congelaba
hirviendo como una roca.

Era una tarde de estío
y el calor me sofocaba,
sacándome del hastío
tu presencia lo lograba.

Te presentabas, ante mis ojos de niño
incrédulo ante el espectáculo,
cual princesa con toga de armiño
que irrumpe en mi vida, según el oráculo.

Era una tarde de estío
y desde entonces ahora
cuantas tardes han pasado
desde una niña a señora,
siendo tu duende encantado
tan bello, que aún se añora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario