LA
JUBILACIÓN
No hay
descanso para el tiempo
ni un minuto que perder,
desde joven yo pretendo
los relojes detener,
y mirándome no entiendo
lo imposible de vencer.
Toda una vida luchando
toda una vida muriendo,
experiencia acumulando
con errores aprendiendo,
y una vez ya conseguido
situarte en la escapada,
llega el tiempo
convencido
de que pierdas la
batalla.
Es implacable,
no deja cuello,
no es recargable
ni permite que lo bello
muestre su rostro amable
sin sufrir el atropello.
Se te
acaba el madrugar,
el vivir sin un vivir,
intentando sin lograr
convivir y compartir
tu experiencia y olvidar,
sin sabores que asumir.
Y ahora,
cuando tu mente esta
clara
y acuden sin demora
grandes ideas sin la tara
de presentarse a deshora,
cortan la soga que une,
sesgan cordón que nos
nutre,
apartando de la escena
sin sacarle bien el
lustre
cuando el alma esta
serena
y predomina la razón,
evitando si es que truena
que nos caiga un
chaparrón.
Seria más lógico nacer
con 100 años de
experiencia,
para poder convencer
aportando la sapiencia,
de una vida que al revés
quiere asumir la
conciencia
que en el arte del saber,
el tiempo nos da la
licencia.
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