MALETILLA
con
esa noche de luna clara,
que
fue testigo de aquel encuentro
en
aquel cercado de tierra brava.
Era
yo de niño el que saltaba
al
amparo del cielo oscuro
aquella
valla que tutelaba
que
protegía y que vigilaba, al toro fiero.
Tiritando
de miedo y frío, madre
con
el capote como sudario
iba
buscando entre la maleza
al
toro bravo que cual templario
vela
las armas de su nobleza.
Ante
mis ojos, cual maciste coloso se presentaba
imperturbable
mirada la que fijaba
sabedor
que era de su poderío.
De
mi presencia ante él, ni se inmutaba
cuando
mi sombra de luna se reflejaba
como
un fantasma, entre las cañas del manso río.
De
repente, como un resorte quiso hacer presa
y
en un instante ante mi figura
como
un ciclón se presentaba.
Contuve
la respiración y arme la espada
eché
los vuelos de mi muleta
sobre
su testa bien amueblada
y
cual escena bien ensayada
fui
doblegando, sometiendo a la fiera brava.
Soñé,
con ese pase que se hace eterno
Soñé
que embestía sin descanso
Que
la música sonaba en el campo,
Que
las palmas rompían el silencio
Que
mi nombre junto al de grandes maestros
en
el blanco cartel, se venia rotulando.
Soñé,
con ese sueño de hombre
que
quiere ser sin el esfuerzo
de
paso a paso ir fabricando
lo
que de niño se va buscando
sin
conocer, que la vida es sueño.
¡Dejame
soñar despierto, madre!
Dejame
que pise el albero,
Que
quiero ser figura,
¡Que quiero ser torero!
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